La Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó el informe “Prevención de la violencia sexual y violencia infligida por la pareja contra las mujeres. Qué hacer y cómo obtener evidencias”, cuyo objetivo es proporcionar suficiente información para que los gobiernos elaboren programas basados en evidencia científica encaminados a prevenir la violencia infligida por la pareja y la violencia sexual contra las mujeres.
La violencia infligida por la pareja y la violencia sexual es un complejo problema que afecta a una considerable proporción de la población mundial, particularmente a las mujeres. Este tipo de violencia tiene graves consecuencias sobre la salud, la educación, el empleo y la vida de las mujeres. Debido a lo anterior, el informe aborda de manera prioritaria la prevención a esta forma de violencia, ya que afirma, la prevención primaria de este fenómeno salvará vidas y ahorrará dinero: la inversión que se haga hoy contra la violencia infligida por la pareja y la violencia sexual, antes de que ocurran, protegerá́ el bienestar físico, mental, económico y el desarrollo de las personas, las familias, las comunidades y las sociedades.
El documento adopta una estrategia de salud pública que utiliza perspectivas de género, derechos humanos y justicia penal en la prevención. El enfoque se fundamenta en el uso de datos poblacionales a fin de describir el problema, su repercusión y sus factores de riesgo y de protección, y recurre a las pruebas científicas que definen las estrategias de prevención confirmadas, prometedoras y teóricamente indicadas. Además insta a la incorporación de mecanismos de monitoreo y evaluación en todas las políticas y los programas.
La prevalencia de violencia infligida por la pareja varía notablemente entre los diferentes países y dentro de cada uno de ellos, sin embargo, las tasas más altas tienden a ocurrir en los países de menores ingresos. Además, las mujeres y los hombres con grados inferiores de instrucción presentan un riesgo más alto de ser víctimas de actos de violencia infligida por la pareja o de cometerlos, respectivamente.
Las consecuencias de la violencia sexual, sobre todo durante la niñez, se asocian con más comportamientos de riesgo para la salud e indicadores sanitarios como el tabaquismo, el consumo perjudicial de alcohol y de drogas y los comportamientos sexuales arriesgados. La violencia infligida por la pareja perjudica la salud física y mental de las mujeres y de sus hijos o hijas. Las mujeres que han sufrido la violencia de pareja comunican con mayor frecuencia una salud deficiente o muy mala, sufrimientos psíquicos e intentos de suicidio; mientras que sus hijas o hijos tienden a presentar una salud precaria y un bajo grado de instrucción.
Asimismo, las y los niños que crecen en familias donde existe violencia infligida por la pareja sufren una diversidad de trastornos del comportamiento y psíquicos que se pueden asociar con cometer actos de violencia o ser víctima de estos en etapas posteriores de la vida. Los antecedentes de actos de violencia ya sea como autor o como víctima constituyen un factor de alto riesgo de futura violencia infligida por la pareja. La violencia infligida por la pareja durante el embarazo aumenta la probabilidad de abortos provocados o espontáneos, mortinatos, partos prematuros y bajo peso al nacer.
La violencia sexual cometida por los hombres se arraiga en gran medida en las ideologías sobre el derecho de los hombres en materia sexual. Estos sistemas de creencias dejan a las mujeres muy pocas alternativas legítimas de rehusar las insinuaciones sexuales. Además, la discordia y la insatisfacción conyugal se asocian estrechamente con el ejercicio de violencia infligida por la pareja y el padecimiento de la misma.
El informe resalta la importancia de los programas y políticas destinados a la prevención de este tipo de violencia. Para que un programa o política pueda ser eficaz es necesario definir y abordar los factores de riesgo más estrechamente asociados con la violencia infligida por la pareja y la violencia sexual. Los esfuerzos de prevención deben abarcar todas las formas de violencia y maltrato, especialmente el maltrato infantil, ya que con esto se ayudará a disminuir los niveles de violencia de pareja y violencia sexual.
En este sentido, la adopción de una perspectiva del ciclo vital ayuda a detectar los factores de riesgo tempranos y a definir los momentos más oportunos para las intervenciones de prevención primaria. Una prevención primaria exitosa exige una intervención temprana centrada en los grupos de edad más joven. Si bien en este tema se han tomado cartas en el asunto, aún falta mucho que hacer ya que los mecanismos y estrategias de prevención primaria basada en evidencia científica se refieren únicamente a la violencia infligida por la pareja y sólo consisten en la ejecución escolar de prevención de la violencia en el noviazgo.
Además, existen diversos factores modificables que se asocian con la violencia de pareja y pueden constituir el blanco de las medidas de prevención primaria, como son disminuir la aceptación de la violencia, un acceso creciente de las mujeres a la educación, modificar las leyes que discriminan a las mujeres, y poner en práctica políticas más equitativas en materia de género.
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